Son casi las ocho de la noche. Está empezando a caer una posma suave, así que me cubró la cabeza con el pañuelo que llevaba al cuello y camino a paso rápido hacia el supermercado. Necesito comprar algunas cosas para la cena y la comida de mañana. Paseo ligera por las estanterías, boto los artículos sin pensar demasiado dentro del cesto, sé de memoria donde está cada cosa, cada semana compro lo mismo, lo más barato y aún así, cada vez más caro para mi bolsillo y para el de la mayoría.
Salgo. Ya dejó de llover. De camino a casa, con la compra a cuestas repartida entre una mochila y una talega de tela, paso por delante de una sucursal de la Caixa (antes Caja Canarias) en el centro de La Orotava. Me doy cuenta al acercarme de que alguien ha dejado pegado unos carteles escritos a rotulador en sus grandes cristales. Luego veo que en el suelo hay un ramo de flores, y sobre el muro de mármol unos tarritos de barro con velas que ha apagado la lluvia. A pesar de todo, el rincón está extrañamente iluminado, con una luz cálida que baña los carteles y las flores.
Leo los carteles, hacen alusión a otra persona más que se ha suicidado porque la desahuciaban, en este caso una empresa de la caixa. El mensaje, es una protesta y una denuncia de lo que está pasando, que resuma dolor en cada palabra. Mientras fotografío este gesto de rabia y de impotencia, pienso, «otro asesinato que pasa a engrosar la tasa de suicidios de este maldito Estado».
No sólo la caixa, sino los bancos, y el gobierno (el del PP y antes el del PSOE) con sus políticas de recortes y recortes y recortes …. matan cada día a más gente. Nos dejan sin casa pero con la deuda, nos dejan sin acceso a la sanidad cuando ya no trabajamos, y las que aún la conservan cada vez tienen que pagar más por acceder a ella. Nos bajan las prestaciones por desempleo, nos dejan sin ayudas, sin acceso a la alimentación, y suben el precio del agua y la luz, la educación es ya un privilegio… y se recorta de los recortes. Nuestros derechos no es que esten mermados, mermados ya lo estaban, ahora simplemente parece que han dejado de existir. Estas muertes que por culpa de lo que mal llaman «políticas de austeridad» se vienen sucediendo cada vez con más frecuencia y en mayor número, no son suicidios. Esto es «terrorismo de Estado». Ese Estado que rescata a la banca con miles de millones de euros que son nuestros, y acaban en las manos de quienes nos echan de nuestras casas y nos siguen sangrando hasta la muerte. Ese Estado que no busca soluciones para que todas podamos tener una vida digna, sino para que unas pocas sigan manteniendo su estatus social y sumando ceros a su cuenta en el banco.
Termino las fotos. Hace frío. No ha vuelto a llover, pero tengo húmedas las mejillas.Me cuelgo la bolsa de la compra de nuevo en el hombro. Prosigo mi camino a casa, y lo único que me alivia es saber, que ahora, mi mochila, pesa más que cuando me paré a leer y fotografiar los mensajes de esa persona ánonima que decidió romper el silencio en la cristalera de la Caixa. Porque ahora, además de arroz, pan de sandwich, y queso, llevo a la espalda una razón más para salir el día 14 de noviembre a gritar a las calles, y para seguir resistiendo.
Como reza el final de uno de los carteles, «El Pueblo está en lucha».
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